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“Ve, proclama a los oídos de Jerusalén y diles que así ha dicho el SEÑOR: ‘Me acuerdo de ti, de la lealtad de tu juventud, del amor de tu noviazgo, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en una tierra no sembrada. Santo era Israel para el SEÑOR, primicia de su cosecha. Todos los que lo devoraban eran culpables, y el mal recaía sobre ellos’, dice el SEÑOR”.

¡Oigan la palabra del SEÑOR, oh casa de Jacob y todas las familias de la casa de Israel!

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